Eunice Newton Foote

Eunice Newton Foote (1819-1888). ¿Quién era?.

Norteamericana, pariente lejana de Isaac Newton, nacida en Connecticut, su familia se mudó a Nueva York a una edad muy temprana. Con seis hermanas y cinco hermanos, se formó y creció en medio del activismo social de la época en la Nueva York de mitad del siglo XIX. Tuvo la suerte de adquirir formación científica y también de ser sensible a los cambios que le tocó vivir, como abolicionistas de la esclavitud y defensores de los derechos de la mujer, entre otros. El 12 de agosto de 1841 se casó con el abogado Elisha Foote y se trasladaron a vivir a Seneca Falls; tuvieron dos hijas, Mary y Augusta. Vecina y amiga de Elizabeth Cady Stanton, en 1848 fue editora y participó en la Convención por los Derechos de la Mujer, que quedó plasmada en la Declaración de Derechos y Sentimientos, firmada por 68 mujeres y 32 hombres.

Pintora, de retratos y de paisajes, activista social y científica. Aunque no era miembro de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, publicó dos artículos científicos.

Retrato de Mary Foote, hija mayor de Eunice

Después de un trabajo minucioso en el laboratorio, en 1856 resumió las conclusiones de sus experimentos en la Revista Americana de la Ciencia y de las Artes. Tituló su artículo así: "Circunstancias que afectan el calor de los rayos del Sol", fue leído el 23 de agosto de 1856 en la reunión anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS, es el acrónimo en inglés), asociación que había sido creada pocos años antes, en 1848. No fue Eunice quien leyó el resultado de su trabajo, sino que lo hizo John Henry, del Smithsonian Institution. Desconocemos el porqué, aunque podemos imaginarlo fácilmente; seguro que estaba relacionado con el hecho de ser mujer. Quizás a Eunice aquel sábado 23 de agosto le pasó por la cabeza que sería más importante su participación en alguna actividad o manifestación por los derechos de la mujer, pero allí se quedó, escuchando como un hombre presentaba su trabajo, del cual no podía sospechar la gran relevancia que llegaría a tener un siglo y medio después.

Eunice, con el buen hacer experimental que había aprendido en la Rensselaer School, cogió dos cilindros de vidrio, como dos probetas, de unos 60 cm de largo y 8 cm de ancho cada uno, los llenó con el mismo gas y procedió a medir la temperatura del gas en cada cilindro a intervalos de 2 a 3 minutos, mediante el termómetro que había introducido en cada uno. Un cilindro estaba expuesto a los rayos del sol, mientras que el otro estaba en la sombra. Comparó cómo se comportaban bajo los rayos del sol diversos gases: aire seco, aire húmedo, hidrógeno, oxígeno y dióxido de carbono. Anotó que el aire cargado de humedad se calentaba algo más que el aire seco, pero lo que destacó en su artículo es que la probeta rellena con dióxido de carbono (ácido carbónico, en la nomenclatura de la época) se calentó mucho más que los demás gases. Y no solo esto, Eunice notó que, cuando lo alejó de los rayos del Sol para dejar que se enfriara, tardó mucho más en hacerlo de lo que había tardado cualquiera de los demás gases.

Con estos resultados, escribe textualmente: "Una atmósfera con este gas -dióxido de carbono- llevaría a nuestra Tierra a una temperatura más elevada y si, tal como algunos suponen, en una época lejana de la historia de la Tierra el aire contenía una proporción mas elevada de este gas que la que tenemos en la actualidad, ello debió resultar en una temperatura más elevada de la Tierra debido al mayor contenido en este gas".

En el último párrafo de su artículo da los valores de las temperaturas alcanzadas por los diferentes gases expuesto a los rayos del Sol: hidrógeno, 40ºC; aire, 41ºC; oxígeno 42ºC; dióxido de carbono 52ºC.


Circunstancias que afectan el calor de los rayos del Sol 

El artículo quedó en el olvido. Tres años más  tarde, en 1959, el físico británico John Tyndall hizo públicos una serie de experimentos con dióxido de carbono y otros gases en los laboratorios de Londres y fue este físico quien se llevó todo el mérito del reconocimiento como descubridor del efecto invernadero.

Eunice Newton no podía imaginar que la frase en la que concluía que la Tierra en épocas pasadas había alcanzado una temperatura más elevada, adquiriría un valor tan realista en un futuro; la era del petróleo no había comenzado aún, pues fue en 1859 cuando se llevó a cabo la primera perforación en Pennsilvania.

Cuando Eunice hacía sus experimentos a mitad del siglo XIX la atmósfera terrestre contenía unas 280 ppm de dióxido de carbono (0,0280 %); no era conocido, aún, que este era el valor más elevado alcanzado a lo largo de los últimos ocho mil siglos. En junio de 2024, el nivel está en 427 ppm (0,0427 %) y la Tierra se encamina a unas temperaturas cada vez más altas, con un cambio irreversible en el clima y el paso a un planeta menos habitable, que trae consigo mucho sufrimiento para las personas y las especies.


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