Laudato Si'
No soy creyente, vaya esto por delante.
Me merece un gran respeto el Papa Francisco, por muchos motivos. Esta mañana nos ha dejado. Jorge Bergoglio, en sus doce años como Papa Francisco ha dejado un legado con notables cambios en la Iglesia, esta institución que cambia, aunque lentamente, en sus veinte siglos de existencia.
Hoy quiero destacar la primera encíclica suya, que publicó en 2015, Laudato Si'. Si bien había publicado en 2013 otra encíclica (Lumen Fidei) esta era un legado del anterior Papa Benedicto XVI, quien la había escrito en su casi totalidad.
Cuando el Papa Francisco publicó Laudato Si' en junio de 2015 pensé, ¡hasta el Papa de Roma clama por la justicia climática! ¿servirá esto para cambiar el rumbo de los líderes de los países más responsables del problema? Aquel verano no pasé de leer artículos sobre la misma, con diversas referencias. Con un análisis algo más profundo, es fácil percatarse ahora del calado que impregna el texto de casi 200 páginas. Poco voy a escribir de mi parte en este post, me basta con incorporar fragmentos de esta encíclica, que nos ayudan a entender la magnitut del problema que hemos causado. En el capítulo primero, desgranando las causas del cambio climático, arraigadas en la contaminación causada por la cultura del descarte, afirma:
El clima es un bien común, un sistema complejo relacionado con muchas condiciones esenciales para la vida humana. Hay un consenso científico muy consistente que indica que nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático. En las últimas décadas, este calentamiento ha estado acompañado del constante crecimiento del nivel del mar, y además es difícil no relacionarlo con el aumento de eventos meteorológicos extremos. Los gases de efecto invernadero, al concentrarse en la atmósfera, impiden que el calor de los rayos solares reflejados por la tierra se disperse en el espacio. Esto se ve potenciado especialmente por el patrón de desarrollo basado en el uso intensivo de combustibles fósiles, que hace al corazón del sistema energético mundial.
En el mismo capítulo, que no tiene desperdicio, aborda el ecopostureo de los poderosos:
Muchos de aquellos que tienen más recursos y poder económico o político parecen concentrarse sobre todo en enmascarar los problemas o en ocultar los síntomas, tratando sólo de reducir algunos impactos negativos del cambio climático. Por eso se ha vuelto urgente e imperioso el desarrollo de políticas para que en los próximos años la emisión de anhídrido carbónico y de otros gases altamente contaminantes sea reducida drásticamente, por ejemplo, reemplazando la utilización de combustibles fósiles y desarrollando fuentes de energía renovable.
Una mención especial merece la defensa del bien común:
La ecología humana es inseparable de la noción de bien común, un principio que cumple un rol central y unificador en la ética social. El bien común presupone el respeto a la persona humana en cuanto tal, con derechos básicos e inalienables ordenados a su desarrollo integral. También reclama el bienestar social y el desarrollo de los diversos grupos intermedios, aplicando el principio de la subsidiariedad. Entre ellos destaca especialmente la familia, como célula básica de la sociedad. Toda sociedad -y en ella, de manera especial el Estado- tiene la obligación de defender y promover el bien común.
Tampoco falta quien, desde una visión neocolonial del mundo, critica al pontífice y lo tacha de ultraortodoxo cuando desde la encíclica se critica el control de natalidad en países pobres. El texto es muy claro en este sentido y pone el dedo en la llaga:
En lugar de resolver los problemas de los pobres y de pensar en un mundo diferente, algunos atinan sólo a proponer una reducción de la natalidad. No faltan presiones internacionales a los países en desarrollo, condicionando ayudas económicas a ciertas políticas de "salud reproductiva".
Es de lectura muy recomendable. También hay medidas propositivas, aunque suelen quedar en generalizaciones alejadas de actos concretos. Quiero imaginar que el Papa Francisco tenía ganas de tomar acciones concretas en la misma ciudad del Vaticano, sabedor como buen jesuíta que lo que más cuenta es predicar con el ejemplo. Su predecesor ya instaló paneles solares dentro de la ciudad del Vaticano, en una cubierta cercana a la Basílica de San Pedro. El Papa Francisco inauguró a finales del año pasado otra cubierta fotovoltaica y anunció la construcción de una planta fotovoltaica en un terreno de más de 400 ha situado a 25 km, instalación que debería cubrir todas las necesidades de energía eléctrica de la Santa Sede.
Queda la calefacción y los coches. A finales de 2023 firmó un acuerdo con Volkswagen para sustituir los cerca de cuarenta vehículos de combustión por coches eléctricos hasta 2030. Todo muy despacio.
Descanse en paz.
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Saber más:
- Carta Encíclica Laudato Si' del Santo Padre Francisco sobre el cuidado de la casa común.
- Flota de EV para el Vaticano en el año 2030.
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